Primero fue Danger Man. Luego el Velaxx, y el mismo día, "Manolo", quien era mánager del primero. Y ya hay otro reguesero que está recibiendo amenazas de muerte.
¿Cómo fue que todo degeneró de Chicho Man, Nando Boom y El General a lo que tenemos ahora? El reggae, como cualquier género de música popular, surge de nuestros barrios, nuestros jóvenes, y va desarrollándose hasta convertirse en un fenómeno que es reconocido por las grandes disqueras.
Pero en algún momento, las líricas de nuestro reggae comenzaron a tornarse violentas. Empezamos a escuchar de camiones llenos de "gun" y de "Plo, plo, plo".
La música por sí misma no es un agente de violencia y muerte, pero sí se transforma en eso cuando algunos -con o sin malicia- la usan para lanzar amenazas directas y referencias a actividades del narcotráfico.
La escena del reggae panameño vive una situación similar a la de los artistas de rap estadounidenses hace 10 años. Los de la Costa Este y de la Costa Oeste sostuvieron una rivalidad tan encarnizada que incluso le costó la vida a dos de sus principales estrellas: Tupac Shakur y Notorious BIG. Lo mismo pasa en la escena de música "grupera" mexicana hoy día.
El problema es que muchos músicos se involucran en las pandillas y el narcotráfico, y peor aún, lanzan amenazas a sus enemigos musicales y de calle en sus temas. Algo que de paso es verdaderamente estúpido, porque una de las reglas más viejas del crimen organizado es evitar atraer la atención. Si te pones a cantar sobre tus "hazañas" pandilleras y a lanzar amenazas contra otros, es obvio que las consecuencias no se harán esperar.
La música reggae es una herramienta para expresar las verdades y realidades de la gente de nuestros barrios. Eso es lo que ha hecho grande al género. Al usarla como vehículo de ultimátums de muerte, difundimos esa muerte a todos los que nos rodean.