Ha comenzado en todo el país una campaña concienciación para lograr la erradicación del trabajo infantil, en la que se pide a todos los panameños que se solidaricen en pro de los niños.
La declaración de los derechos del Niño establece que todos ellos tienen derecho a la educación, al juego y a no ser explotados.
Todos los infantes que vemos en las calles vendiendo estampitas, limpiando parabrisas de autos, cuidando autos y realizando otros trabajos, están siendo explotados por alguien.
Somos los padres los que estamos en la obligación de trabajar por nuestros hijos. No al revés.
Pero eso no parecen entenderlo algunos malos padres que envían a niños pequeños a pedir limosnas y a hacer ventas callejeras, lo que no solo obstruye su acceso a la educación, sino que lo estanca como persona y lo expone a los peligros de la calle.
Esto no se trata tanto de un problema de denunciar abusos a los menores que trabajan, sino de educar y concienciar a los padres de familia y personas con niños bajo su responsabilidad, de que los menores deben ser dejados fuera de cualquier trabajo que los exponga, y ser llevados a las escuelas.
Existen programas promocionados por la empresa privada y fundaciones que ayudan a muchos niños en el país: les dan albergue, y una educación.
Pero estos son esfuerzos aislados. Es de nuestra sociedad, y de nuestras familias que debe surgir la iniciativa de sacar a los niños de las calles y ponerlos en las aulas.
No podemos vivir de los niños; ellos deben desarrollarse por el esfuerzo y ejemplo de adultos responsables, y tal parece que cada día hay menos de ellos.
Cada niño que vemos trabajando en la calle es un delincuente y drogadicto en potencia. El costo social de dejar perder a la juventud es demasiado alto como para pasar esto por alto.