El primer Mundial africano camina con sordina hacia su punto de partida en el país que ha popularizado el estruendo de las vuvuzelas, una trompeta de plástico cuyo sonido estridente, por el momento, sólo se oye de modo esporádico en Sudáfrica.
A tres días de que el balón eche a rodar en el partido Sudáfrica-México y en el día en que se cumplen doce años de la elección de Joseph Blatter como presidente de la FIFA en París, el ambiente en las calles de Johannesburgo es de calma chicha.
Pocos signos externos permiten augurar que en solo dos días se desatará una auténtica locura en todo el mundo, suicidios incluidos, a resultas del desenlace de los partidos mundialistas.
Coches con banderitas a los lados cuyos conductores se abstienen de tocar el claxon, cartelones publicitarios en los muros de la ciudad, globos aerostáticos de patrocinadores, silenciosas colas en los centros de expedición de entradas. Tal es el ambiente que precede al partido inaugural en la populosa Johannesburgo, cuya área metropolitana acoge a casi ocho millones de almas.
A juzgar por los vendedores de vuvuzelas que instalan su efímero negocio en los semáforos -tampoco muchos- cabe sospechar que en algún momento del Mundial las trompetas serán utilizadas, y entonces la Copa del Mundo tendrá también su película sonora.