Una cosa es enojarnos porque un hijo nuestro se tomó toda la chicha del refrigerador, y otra es agarrarlo a "cocotazos" hasta el punto de hacerlo sangrar. Una cosa es gritarle a un conductor que casi nos choca, y otra es bajarnos del carro con un bate en mano y romperle el parabrisas sin mediar palabra.
Este es el problema que sufren algunos compatriotas, y este mal de la ira nos está llevando a homicidios y metiéndonos a la cárcel.
Enfadarnos es normal hasta cierto punto, todo dependerá las características de ese enojo. Si un amigo no te cumplió con el pago de cinco dólares que prometió hacerlo hoy, tu rostro reflejará un descontento que tal vez se te pasará, pero no hay que olvidar que somos seres humanos vulnerables y por tanto nos dejamos arrastrar por nuestras emociones; especialmente la ira.
Tal como lo señala Magaly Llaguno, autora de muchos temas al respecto, hay distintos tipos de ira.
Por ejemplo, a veces la ira proviene del egoísmo o de las sospechas infundadas. En otros casos se trata de un tipo de ira que a veces contamina el espíritu y el intelecto por muchos años, y explota ante la más mínima provocación. A esto le llaman "ira desplazada", pues su verdadera causa a menudo permanece.
Debemos controlar y hasta deshacernos de nuestra ira, la cual es un gran obstáculo en el desarrollo de nuestras relaciones humanas.
El ser humano puede estallar. Lo malo es volvernos unos locos por tonterías hasta llegar al punto de pecar u ofender a nuestro prójimo.
Cada vez que nos suceda algo que nos provoca hacer ignición, contemos hasta 10. Si esto no sirve, mejor es que busquemos alguna técnica de relajación, porque cualquier día de estos que nos de uno de estos arranques de rabia, nos pueden meter un tiro y ahí quedamos.