OPINION


Función del maestro

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Por Fermín Agudo Atencio
Colaborador

El tiempo es como el aire que se escapa al leve descuido, siendo así, el mundo civilizado está comprometido en proyectos atrevidos que mueven las épocas y obligan al hombre a elevarse hacia la perfección incesante.

Cuando el niño concurre por primera vez al aula de clases, se empieza a moldear, es como una masa blanda y deforme de barro que el artesano con manos ingeniosas se preocupa en tallar sin descanso, hasta conseguir los últimos retoques de belleza y aderezado con multiplicidad de colores que hacen las obras de artes envidiables.

Ese pulidor del pensamiento en ascenso continuo y fructificante de ideales creativos que nos trasladan a parajes extraños, donde la imaginación nos pica con golpes de presagios es el maestro. La inteligencia, motivadora de aptitudes preferentemente prometedoras de adaptaciones e inventivas fecundas, chispa prendida es, hacia otras inclinaciones promisorias que cunden en la mente como iniciativas propias que marchan a pasos redoblados rumbo al encumbrado futuro. Lo acogedor del ambiente en el estudio, siempre hará pensar a los educadores más entusiastas y dinámicos a inclinarse por una educación en contacto íntimo con los elementos que rodean al aprendiz: los ríos, el viento, las plantas, serán de amplio aspecto instigador. Esto producirá impacto de poder en las mentes ávidas emprendedoras, suprimiendo el cansino y enfadoso método expositivo; con aparentes resultados de pobreza, accionado por el estudio obligado, forzado, muy poco comprensible, privado de halago y de sentimiento propio. Todo buen maestro tendrá en sus manos el arma secreta efectiva y afectiva de la motivación duradera, edificante, mezcla del elixir estimulante, en aguijonamiento mental que busca el pináculo del objetivo con la coronación de un anhelo supremo.Enseñar es cuestión de vocación, mal puede desempeñarlo quien carece de esa fuerza de generación implacable.

Algunos entrarán a la tarea pensando en la estabilidad del matrimonio con un sueldo seguro, alejado de todo amor entrañable; éstos no picarán espuelas sobre los lomos del corcel impetuoso del éxito y se desperdigarán a medio camino, incumpliendo la meta por incompetencia. El aprovechamiento y el lucro no pueden sumarse en dicha profesión, pensar que los susodichos elementos se encuentran enquistados en ella es pecar de ingenuo e insensato. Y esta intención en el maestro puede ocasionar un daño irreparable en el niño. Y, ¡ay!, se escapaba enjundioso indicador cimero; la honestidad, sin ella no se puede avanzar por las innumerables escalinatas que nos lleven a donde se abren las puertas del palacio de la prosperidad.

 

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