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Como egresada de la Escuela de Filosofía, Etica y Religión de la Universidad Católica Santa María La Antigua, tuve el privilegio de tenerlo como profesor en la cátedra de Pastoral.
Su método era magistral. Su tono de voz, la modulación e inflexiones de la misma, invitaban a escucharlo por horas. Organizaba sus contenidos programáticos de manera coherente y sistemática y los ajustaba a la realidad. De esta forma, lograba mantener siempre nuestro interés. Tenía un gran dominio de la temática, por lo que respondía las interrogantes de sus alumnos (as) con gran seguridad y autoridad.
En cuanto a su personalidad, recuerdo, su porte sereno y tranquilo. Transmitía paz; siempre lo vi como un hombre lleno del Espíritu de Dios, un hombre de mucha oración.
Asimismo, su vocación docente lo manifestaba de la manera siguiente: Respetuoso en todo momento con sus estudiantes. No puedo entender cómo un discípulo suyo pudo odiarlo y acabar con su vida física, porque espiritualmente vivirá por siempre entre todos los que recibimos sus sabias enseñanzas.
Monseñor Altafulla: Nunca le expresé verbalmente mi satisfacción por sus excelentes clases y su manera especial de hacernos sentir bien en el aula. Hoy quiero decirle que fue usted uno de los mejores, más queridos y admirados educadores que tuve en la Universidad Santa María La Antigua. |
