Los casos de gripe porcina, pollos con dioxinas, vacas locas y gripe aviar han encendido las luces de alarma sobre el impacto del actual modelo agroalimentario globalizado. Cada vez son más las personas que se preguntan a dónde conduce este modelo de alimentación deslocalizado, industrial, intensivo, quilométrico, que antepone los intereses económicos y empresariales a las necesidades alimenticias, al bien público y comunitario, al respeto a la naturaleza.
La preocupación por el actual modelo agroalimentario y el ímpetu en la construcción de alternativas en los territorios a raíz del movimiento altermundialista son dos de los elementos que explican el auge de los grupos de consumo agroecológico. Se trata de experiencias que agrupan a nivel local a personas que buscan promover otro modelo de consumo: de proximidad, ecológico y estableciendo unas relaciones directas entre consumidor y productor.
La multiplicación de estas experiencias plantea una serie de oportunidades para desarrollar otro modelo de consumo desde lo local, recuperando el derecho a decidir sobre cómo, cuándo y quién produce lo que se consume, que los bienes naturales, agua, tierra y semillas estén en manos de quienes trabajan la tierra y que no sean privatizados ni mercantilizados.
El gran reto es cómo llegar a más gente, hacer estas experiencias viables, mantener unos principios de ruptura con el actual modelo agroindustrial, seguir vinculadas a una producción y a un consumo local y rechazar los intentos de coaptación y el marketing verde. La tarea no es nada fácil.
Las cooperativas y los grupos de consumo tienen que aliarse con otros actores sociales para cambiar este modelo agroalimentario, pero a la vez deben ir más allá y participar en espacios amplios de acción y debate como foros sociales, campañas, plataformas... para conseguir un cambio de paradigma.
La lógica capitalista que impera en el actual modelo agrícola y alimentario es la misma que afecta a otros ámbitos de la vida: la privatización de los servicios públicos, la especulación con el territorio y la vivienda, la deslocalización empresarial, la precariedad laboral, etc. Cambiar este sistema agroalimentario implica un cambio radical de paradigma y la crisis múltiple del capitalismo en la que estamos inmersos lo pone claramente de manifiesto.