Panamá y Estados Unidos firmaron el 28 de junio del año pasado el Tratado de Libre Comercio (TLC), en la sede de salón América de la Organización de Estados Americanos (OEA), el mismo escenario donde en 1977 se suscribieron los Tratados Torrijos-Carter.
El TLC elimina barreras y aranceles para el comercio de productos y servicios entre los dos países. Ya fue ratificado por la Asamblea Nacional de Diputados de Panamá, pero enfrenta serios tropiezos en el Congreso de Estados Unidos. Primero se alegó que la designación de Pedro Miguel González como presidente del Organo Legislativo, sería un obstáculo, pero luego en el camino hay surgido otras situaciones.
El actual clima político en Washington complica que el Congreso apruebe los TLC con Panamá, Colombia y Corea del Sur. El presidente George W. Bush ha hecho varios llamados para lograr la ratificación de esos acuerdos pendientes.
En un discurso ayer en Casa Blanca, Bush destacó la necesidad de someter a votación los tratados y alegó que hay buenas posibilidades de que sean ratificados.
La negociación del TLC entre Estados Unidos y Panamá tomó más de tres años e integra al libre comercio a dos países con un intercambio anual de 2, 500 millones de dólares, de los cuales 300 millones de dólares corresponden a exportaciones panameñas.
Al entrar en vigencia, más del 88% de las exportaciones de productos industriales y de consumo de Estados Unidos a Panamá se liberarán de gravámenes. En los siguientes cinco años se desgravará otro 4% y el resto en 10 años.
Actualmente, el 95% de los productos panameños exportados a Estados Unidos no pagan aranceles de introducción, gracias a varios programas preferenciales. La ventaja es que el TLC convierte en permanentes esos beneficios.
La apertura comercial es una buena oportunidad para lograr el ingreso de productos más baratos al eliminar aranceles y ofrece además una buena oportunidad para las exportaciones panameñas que tendrán acceso a uno de los principales mercados del mundo.