Cada año las compañías involucradas en la generación y distribución de la energía eléctrica nos traen un regalito amargo para el bolsillo de los panameños: un aumento en la tarifa de la luz.
Con el cuento del aumento en los precios internacionales del petróleo le clavan a los clientes residenciales, comerciales e industriales aumentos promedio del 10 por ciento.
Por años se le ha vendido la idea al pueblo panameño que con la construcción de hidroeléctricas, las tarifas de la energía eléctrica tendrían una disminución significativa.
Igual sucedió con la privatización. La competencia hará que existan precios competitivos en el mercado, pregonaban los teóricos de poner en manos del sector empresarial ese servicio. ¡Puro cuento!
Ya el pueblo sufre los efectos de la reforma tributaria, los ya excesivos costos del galón de la gasolina, viene un aumento de cuota en los aportes a la Caja de Seguro Social y ahora se anuncia el incremento en la tarifa de la luz.
El bolsillo de los sectores populares sufren como una persona que tiene una soga en el cuello y con cada movimiento se le aprieta más hasta asfixiarlo.
Los gobernantes deben entender que ya hay que ponerle un alto a tanto sacrificio. Hay gente que apenas puede sobrevivir con su miserable ingreso y un aumento en el servicio de energía, sería acabar con el poco sustento que llevan a sus casas.
Quizás mucha gente que vive en condiciones decorosas piensa que es mínimo ese incremento, pero para una familia que apenas tiene para vivir, ese porcentaje puede representar entre comer o pasar hambre. ¡Hay que hacer un alto a tantos aumentos!