El sacerdote español escuchó el pedido de ayuda que le hacía el humilde señor. Le pidió dinero para ayudar a su madre. Como vio que titubeaba el cura, alegó el pedigüeño que no conseguía trabajo.
Aconsejó el padre que siguiera buscando trabajo, ya que con la ayuda de Dios lo conseguiría pronto.
Utilizó otro argumento el señor. Dijo que él asistía a misa todos los domingos en su pueblo, y había escuchado al padre hablar de caridad.
Esto hizo que el sacerdote se molestara. Dijo que desde hace cuatro años no se decían misas en ese pueblo. Por lo tanto, el pedigüeño estaba diciendo mentiras.
"Anda, anda, ve a decirle tus mentiras a otros. Pobre Dios, lo usan para todo", dijo el sacerdote algo molesto.
Algunas personas en Caizán, de Volcán, llamarían a esto "pedir limosna con escopeta".
Una vez me disponía a almorzar cuando una señora se acercó y me dijo que "tenía tiempo que no me veía". Comenzó a hablar de su familia y hasta me dio un beso en la mejilla. Pidió permiso a mi compañera para sentarse a la mesa.
No reconocía a la dama y estaba molesto con su presencia.
Dijo necesitar dinero para un familiar "enfermo", me resigné a darle dos balboas para que se fuera.
Entonces salió la escopeta. "No, no, dos dólares no, son cinco dólares lo que necesito". Se los di y se fue contenta con el éxito de su viveza.
Hace meses, en el estacionamiento de profesores de la Universidad, me abordó un señor que nunca había visto antes.
"Mire profesor, mi mamá se murió y tengo que enterrarla en Colón. Necesito cien dólares...¿con cuánto va a "resolver" usted?.
Lamenté la muerte de su madre y dije que lo sentía pero no podía darle dinero. Se fue murmurando que los profesores ganamos mucho dinero y somos "pilinques".
Imagino que a los lectores les habrán pasado otras historias, donde la limosna no se pide con humildad, sino con exigencias...con escopeta.
Pienso que a lo mejor esos estafadores creen que de esa manera obligarán a la víctima a darle lo que ellos desean. Saben que a veces uno da plata para alejar al pedigüeño y salir de un mal momento.
Sea con escopeta o no, aconsejo que no se dé dinero a esos bellacos, que cada día abundan más en la capital.
No importa el cuento que les digan, ni la actitud de exigencia que tengan, darles plata a ellos es premiar su engaño.