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¿Por qué me amas tanto Dios mío?

Rómulo Emiliani | Monseñor

¿Quién soy yo para que me ames tanto Señor? Hiciste el universo entero y le diste leyes de armonía total, y él mismo se expande continuamente, y yo vivo en un diminuto mundo perdido entre las galaxias y me siento como un granito de arena perdido en un inmenso desierto. Aún así me llamas por mi nombre y te me das entero y quedas extasiado, contemplando mi ser en donde estás todo tú reflejado porque así lo quisiste al hacerme a tu imagen. ¿Cómo es posible que al verme a mí, una "nada" sostenida por ti, te veas Tú en mí, y me ames como te amas a ti? ¿Quién soy yo, Señor?

Quién soy yo para que me ames tanto Señor, si siempre piensas en mí y para ti pensar es amar y tu amor es infinito ya que no puedes amar de otra manera, porque Tú eres Amor. Y yo, ingrato ser distraído en las cosas terrenas, incapaz de levantar más veces la cabeza y verte en la inmensidad del cielo que eres Tú mismo, sólo me acuerdo de tu presencia cuando interesadamente tus favores espero. Pobre de mí, que con tan mezquina atención así pago al que me dio todo lo que soy, pensando quizá que eres un mendigo de rezos y pensamientos devotos, cuando eres el Todo, que todo merece y digno eres de mi alabanza y agradecimiento perpetuo. ¿Quién soy yo Señor?

Pero, ¿quién eres Tú que me miras sonriendo y me llamas "hijo amado", cuando pocas veces te contemplo como Padre? Si soy como el hijo pródigo que abandonó su casa y se entregó a erigir a las criaturas en el lugar que sólo tú, oh Dios puede ocupar. Que derrochó sus energías y carismas, su tiempo y concentración, ocupado en lo terreno, creyendo que lo inmanente en sí satisface plenamente. ¡Qué ciego e ignorante!, qué inconsciente al tenerte todo Tú para mí y para siempre, creciendo tu presencia en mi vida y sin límites, cambiándote con lo que es inconsistente, sucio y maloliente. Todo lo creado sin tu presencia se convierte en un mundo vacío, pasajero y cambiante, que sin solidez alguna al final me deja solo y sin hálito trascendente.

¿Quién eres tú, Señor? Eres el Todo misericordioso, el Absoluto compasivo y amoroso, el majestuosamente infinito en sabiduría y poder, que me asume, me introduce en su seno trinitario y me hace hijo en el Hijo, del Padre que siempre será mío, sin yo merecerlo y que en el Espíritu me llena de fe en su misterio por el que soy invencible a la muerte. Amén.




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