"No me arrepiento de nada", dijo una vez un violador en serie que no sólo ultrajó a decenas de mujeres, sino que también las maltrató y algunas de ellas dio muerte. Esta fue la respuesta de un hombre pecador como lo somos todos en su último momento de vida. ¿Se arrepiente de lo cometido?, preguntó el sacerdote que asistió a la pena de muerte impuesta a este ciudadano, minutos antes que lo sentaran en la silla eléctrica. Poco después se escuchó el corrientazo que mató al violador.
Si este fuera su caso, después de pasar por la silla eléctrica ¿dónde estaría usted, en el cielo o el infierno?
Le haremos una pregunta más directa. ¿Está seguro dónde irá después de morir? Bueno..., no. Así contestarán muchos. Otros dirán qué me importa eso, déjame vivir mi vida.
La enorme cantidad de faltas cometidas por nosotros de alguna manera nos lleva a pensar que Dios no querrá escucharnos y mucho menos perdonarnos. Eso es lo que quiere el malo de la película (Satanás). Como Dios tiene el regalo de la vida eterna para todo aquel que en Él crea y confiese que Jesucristo es el Señor y el lago de azufre para el jefe de los males y sus demonios, Satanás tiene los dedos cruzados para que usted nunca se arrepienta de sus pecados. Este personaje quiere llenar el bus de tanta gente para no irse solito al infierno, un lugar de tormento exclusivo para el ángel caído y su compinche.
Los seremos humanos no somos perfectos. Algunas veces cometemos cagadas como apropiarnos de algo ajeno o quemar a nuestras parejas de forma voluntaria o guiados por el licor consumido.
Todo hombre o mujer debe arrepentirse de lo negativo de su vida. Te invito a tirar todo eso a la basura y tomar el autobús que conduce a la vida eterna. Dale tu vida a Jesús. Pídele que sea quien gobierne tus pasos y no te permita ser más tentado a caer.