Robarle los insumos a un centro hospitalario, equivale a ayudar a matar a los enfermos, y a quien incurra en tamaña indolencia debe caerle el peso de las leyes penales, si es que ellas alcanzan a los infractores.
En la Policlínica de la Caja de Seguro Social fue denunciado, hace unos días, el caso de robo de tres instrumentos usados en la detección de patologías gástricas, a los que se les denomina endoscopios.
Desconozco el costo de lo hurtado, pero lo que más llama la atención es la impunidad con que, personas insensibles logran apropiarse de lo ajeno sin ser sorprendidos en el momento de cometer el hurto dentro de instalaciones públicas.
La primera interrogante que salta a la vista es ¿quién custodiaba esos bienes? y ¿en qué sección, departamento o dirección se encontraban? A los investigadores del caso les recomiendo que busquen por allí a los responsables de la desaparición de esos instrumentos que, al final de cuentas nos pertenecen a los asegurados que con nuestras cuotas aportamos los fondos del presupuesto de inversión y funcionamiento de la primera institución de seguridad social panameña.
Una sanción ejemplar sería que los ladrones, una vez capturados, fuesen obligados a reponer tres veces el número de endoscopios sustraídos y se les destituya sin derecho a compensación alguna. Pero en el país de las impunidades eso no es posible, porque además, los directivos de la CSS anunciaron raudos y veloces que ya están volviendo a comprar nuevos aparatos de ese tipo para reponer los que se desaparecieron.
La Caja pierde y se ríe.