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Aire, paciencia y fe

Hermano Pablo | Reverendo

El trabajo era difícil y peligroso. Pero José Galván, de cuarenta y nueve años de edad y padre de tres hijos, estaba acostumbrado a hacerlo. No en vano llevaba veinte años trabajando como buzo en las costas de Venezuela.

Ese día tenía que descender veintiséis metros bajo la superficie del agua para reforzar los cables de apoyo de un inmenso tubo de concreto. Pero de repente los cables fallaron, y veinte toneladas de peso "lo que pesaba el tubo" prensaron el casco de hierro de Galván contra el fondo del mar. Este era el casco que no sólo protegía la cabeza del buzo, sino el que, también a través de tubos de goma, le suministraba el oxígeno vital a Galván.

José Galván no podía moverse. Estaba atrapado, totalmente indefenso, en la profundidad del océano. Casi de inmediato comenzó la operación de rescate. Pasaron tres horas antes que Galván fuera liberado y sacado a la superficie.

Galván después dio a conocer lo que contribuyó a salvarle la vida: «Aire, que le pedí a Dios que no me faltara; paciencia, que también le pedí al Señor; y fe en el poder de Dios».

Aparte de ser quemado vivo, es difícil concebir una situación más desesperante que ésta. Pasar tres horas interminables aprisionado en el fondo del mar, dependiendo sólo de frágiles tubos de goma por los cuales pasa el aire vital, es algo de lo más horrible que pueda suceder.

Y sin embargo el sufrir la cruel experiencia del abandono de su cónyuge, con hijos que dependen de uno, será quizá como sufrir la espantosa incertidumbre de estar atrapado en el fondo del mar. O sufrir el abandono de hijos a quienes se ha cuidado con todo el corazón, y que son la única esperanza de uno, ha de ser igual. O sufrir, de un momento al otro por la razón que sea, la pérdida de todos los bienes.

¿Qué podemos hacer cuando toda esperanza se ha esfumado? Orar. Pedirle a Dios fe y confianza. Rogarle a Dios que nos dé serenidad para nunca dejar de confiar. Y en el momento en que menos esperamos, si no perdemos la fe, Dios pone en nuestro camino la solución. Nunca perdamos la fe. Cristo espera que clamemos a Él, pues quiere levantarnos del fondo del mar.



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