«Fue llevado un día ante el doctor X..., notable de Río de Janeiro, un curioso enfermo, víctima de una singular manía....
»-Es preciso extraerlo -raciocinaba el loco-. El corazón es una víscera absolutamente tonta... No pasa de ser un estúpido fuelle, que sopla sangre por las arterias, en lugar de aire... La ciencia puede cambiarlo por un aparato cualquiera...
»"... Si el corazón se contentara con su papel fisiológico de fuelle, de bomba de compresión, y se estuviese allá, modestamente, en el fondo de su cárcel de costillas, trabajando oscuro y honrado en sus diástoles y sístoles, no exigiría que se me extrajese...; pero el intruso olvida que nació para fuelle; se mete en los dominios de la existencia moral, en plena competencia con el sensato cerebro, y comete, entonces, cuanta estupidez logre hacer....
»"En la familia, el corazón produce al enamorado: un tonto; en la sociedad, al héroe: otro tonto; en la literatura, al sentimental: otro tonto; en la filosofía, al melancólico: un tonto más...
»"Sí, mi querido doctor. ¡Ya es hora de echar mano a los frenos de la fatigada cabalgadura de don Quijote...! ¡Ya es hora de que termine este espectáculo del caballero de la Mancha, eternamente bueno, pero eternamente estúpido!...
»El médico, que asistía extasiado a la disertación del loco, luego dijo:
»-Esté usted tranquilo, amigo mío; no piense más en eso; voy a extirparle el corazón... voy a curarlo.
De ahí que a este insólito cuento, que escribió en 1883 cuando tenía 20 años, el autor brasileño Raúl Pompeia le pusiera por título «El mal de Don Quijote». Curiosamente Pompeia mismo habría de fallecer 12 años después, a escasos 32 años de edad, en Río de Janeiro, donde había ocupado los cargos de director del Diario Oficial de la República y director de la Biblioteca Nacional.
Si bien sobra decir que al necio de este cuento de Pompeia no le convenía que ningún psiquiatra le extirpara el corazón, no está por demás señalar que sí le hubiera convenido conocer la verdad de los siguientes proverbios, escritos por el sabio Salomón: «En el agua se refleja el rostro, y en el corazón se refleja la persona.» «El corazón entendido va tras el conocimiento; la boca de los necios se nutre de tonterías», ya que «en el corazón de los sabios mora la sabiduría, pero los necios ni siquiera la conocen.»