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Hubo que improvisar balsas para trasladar los cuerpos.  |
Una odisea enfrentaron los funcionarios de la Personería de Chepo, de la PTJ y de la Policía Nacional, que fueron hasta Río Chicocola, en Tortí, a levantar los cadáveres de Javier Alejandro Sánchez Coward y Luis Carlos Samaniego Velásquez, ultimados a tiros la noche del Viernes Santo por cuatro indígenas.
Tras un viaje por tierra de tres horas, los funcionarios caminaron otros 180 minutos para ubicar la ranchería donde permanecían los cadáveres en avanzado estado de descomposición.
Los funcionarios, como pudieron colocaron los cadáveres de Sánchez, de 30 años, Samaniego, de 31 años, dentro de bolsas especiales e improvisaron dos balsas para trasladar río abajo los cuerpos hasta llegar a un área cercana a la carretera donde esperaba el carro fúnebre.
La diligencia tomó dos días porque la crecida de los ríos impidió el traslado de los restos el día lunes. Los funcionarios, fuertemente armados con fusiles, debieron dormir a la intemperie. En caso de peligro debían arreglárselas cómo podían porque no existía comunicación por radio ni por celular con sus oficinas en la capital y Chepo.
Las investigaciones han determinado que el doble crimen se produjo por problema de narcotráfico. Javier Alejandro Sánchez Coward recibió impactos de bala en el costado izquerdo, cabeza y brazo izquierdo; y Luis Carlos Samaniego Velásquez fue baleado en el brazo derecho y abdomen.
Una tercera persona, Jorge Antonio De León González, 31 años, fue herido, pero escapó.
Los informes son contradictorios, pues los cuatro indígenas detenidos por este caso alegan supuestamente que los hoy occisos pretendían utilizarlos como guías para llegar a la región en búsqueda de droga, al parecer para traficarla posteriormente. |