Los panameños de todos los estratos sociales hemos sido estremecidos otra vez por un nuevo escándalo que salpica a los altos estamentos de la Corte Suprema de Justicia. El tan cacareado caso Pamago no pasó de ser una burda tragicomedia que brota de las profundidades del Órgano Judicial, en el que la pestilencia de la corrupción resulta insoportable. Estos dimes y diretes de hombres y mujeres no pasan de ser una riña tumultuaria entre personas que por los altos cargos que ocupan en la administración de justicia, debieron observar un poco más de recato y un discurso de altura.
Así es que, para evitar los sobresaltos vespertinos en que nos mantienen los noticieros, propongo que alguna televisora adquiera los derechos de autor y nos ofrezca una miniserie político- humorística que sería transmitida en el horario de las telenovelas.
De partida, el título de la nueva sensación del patio limoso de la jurisprudencia local sería por ejemplo "Los amores de José Abel y Zulay" o, "Pamago: cuando las pasiones se enredan con los negocios".
Quienes hemos seguido de cerca este circo barato sabemos, de antemano, por efectos de tanto repetirse, dónde comienzan estos malabares y dónde terminan. Esta vez le corresponde a la Asamblea de Diputados, un órgano del Estado cuyas ejecutorias no gozan de la confianza de la población, tomar en sus manos el caso que ya fue archivado; y que a no dudar, como en otros eventos similares de alto perfil, terminará hundiéndose para siempre en las gavetas del Parlamento.
Por esos senderos retorcidos, nuestra maltrecha justicia seguirá sumiéndose en el descrédito, erosionando la poca credibilidad de una población hastiada en espera de alguna luz en el túnel en donde la han encadenado quienes debieron ser los que le llenen de lustre y orgullo.
Concluyo con la siguiente frase del escritor uruguayo Eduardo Galeano: "La justicia es como las serpientes, que solo muerden a los que están descalzos". Y me hago eco de la máxima popular: "Lagarto no come lagarto".