Todos sabemos en Panamá que la cosa no está para cruzarse de brazos y quedarse en casa, pero cuando se trata de la crianza de nuestros niños, si aún no tienen edad escolar, es mejor que la mamá desempeñe su rol natural de ser las primeras maestras de los chiquillos.
Los niños de cero a cinco años son como las esponjas. Ellos absorben todo lo que oyen o miran a su alrededor. Si usted está acostumbrado a decir cualquier palabra sucia, no se extrañe que su hijo de un año y medio diga: "hipuutaa". Claro, el no lo podrá decir fonéticamente bien, pero se entiende lo quiso decir y ¿de quién lo aprendió? De usted.
El ejemplo anterior no es el mejor para definir lo que tratamos decir, por ello nos enfocaremos en esos hogares donde el papá y la mamá tienen que abandonar a sus niños para trabajar muy duro, pero dejando al cuidado de la nana.
Las trabajadoras del hogar cargan con responsabilidad de los padres. Ellas se encargan prácticamente de la educación inicial de esos niños, a pesar de que la mayoría de ellas no han terminado su escuela primaria.
Hay personas, tal vez esta sea su caso, que prefiere vivir en una casa de más de 200 mil balboas con un presupuesto familiar apretado y con la necesidad de que la esposa trabaje para salir en busca de plata para completar el pago de las mensualidades de la casa, luz agua, teléfono, mantenimiento y hasta el supermercado.
Si los panameños pensáramos mejor las cosas, tal vez muchos se arroparían hasta donde la manta le alcanza, pero no, estamos viviendo en un mundo de puro ilusión metidos en una ciudad de plástico, donde importa más el estatus, la imagen y la sociedad, que el verdadero amor hacia los hijos que nos prestó Dios y que tienen que estar toda la vida bajo nuestra crianza y no bajo el cuidado de otras personas con pensamientos diferentes y hábitos contrarios.