Existe una tesis muy vaga que dice que si no hubiera maleantes, no existiría la necesidad de policías, esto es igual a decir que si nadie se enferma, no hubiera necesidad de médicos. Como quiera que sea el caso, no solo hay maleantes sino criminales que andan destruyendo hogares por la ambición de obtener dinero.
Panamá está inmersa en una ola de crímenes que afecta al más valiente ciudadano. Existe un temor generalizado, una inseguridad terrible en cada esquina que no permite un desenvolvimiento normal y cotidiano y ninguna actividad.
A pesar que han ido cayendo poco a poco los criminales, la sociedad reclama un espacio más amplio. Pide un aire más puro, donde no exista el peligro de encontrarse con la muerte en pleno camino.
No importa las leyes ni la cantidad de policías que vigilen los barrios calientes. El crimen no cesará de esta forma. La mejor seguridad que se debe brindar es en el corazón del hombre. Es allí donde hay que enviar policías que disparen balas de verdad, una bala que sale de un arma que da vida y que se llama Biblia.
Ahora que renovamos nuestros votos en la Semana Santa que culminó ayer con el Domingo de Resurrección, es saludable que la sociedad entienda que Dios necesita su tiempo y su espacio. Cuando nos alejamos de Él, las consecuencias son fatales. He aquí la importancia de mantener la unidad familiar, bajo los principios cristianos que recibimos de la Biblia.
Ojalá exista todavía tiempo para que los potenciales criminales pidan perdón. Ojalá exista tiempo para reagrupar los valores perdidos en nuestra sociedad para entregar a nuestros hijos un mejor futuro, donde puedan salir a cualquier hora del día sin el temor de encontrarse con la muerte y con la seguridad de que el amor al prójimo prevalecerá sobre todas las cosas.
Despertemos. Estamos a tiempo aún.