Pero si bien es cierto, también existe una milésima gota de fe en medio de tanto sufrimiento, y es que la familia Castillo, cuenta con la mano amiga del Sr. Isabel Pimentel, un hombre, trabajador, quien ha cobijado bajo su techo a los hermanitos y a su madre, pero que debido a su también mala situación económica, no puede garantizarles, aunque así lo quiera, una vida mejor a su familia adoptiva.
Es lamentable ver cómo estos hermanitos pierden el deseo de ir a la escuela, y es que no es para menos si los desventurados no tienen como hacerlo, no cuentan con un solo cuaderno, ni uniformes y mucho menos unos zapatos que proteja sus pies del calor de la calle, los veinticinco minutos que tienen que caminar para llegar a la escuela.
ESPERANZAS
Tal vez esta situación por la que está pasando la familia Castillo, sea una historia más de las que aparece en las páginas de un periódico y que a lo mejor no signifique nada extraordinario, pero para estas personas es la esperanza de que alguien se identifique con sus penas y les brinden la puerta de salida de este laberinto de pobreza o simplemente como refleja la mirada inocente de Samuel, que pide desde el silencio el derecho de vivir mejor”.