La decisión del Papa de permanecer en el Vaticano en vez de volver al hospital lo colocó en una encrucijada en la que se encuentran muchos enfermos graves: la alternativa de pasar el resto de su vida según los dictados de su propio parecer o de permitir una intervención médica en gran escala.
El pontífice fue "informado sobre la gravedad de su situación" y decidió permanecer en sus aposentos del tercer piso frente a la Plaza de San Pedro.
El mensaje general es sencillo y directo: la vida mantiene su dignidad intrínseca hasta el mismo momento de la muerte.