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  OPINION

HOJA SUELTA
Lipidia

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Eduardo Soto P.
Crítica en Línea

Lágrimas. El llanto quema. Calor. Despropósito. Zancudos. La madrugada es de un azul impuro, contaminada de sombras y ruidos lejanos. Se escucha cerca una voz, que tal vez proviene de un televisor encendido a esa mala hora (¡las tres!), y más allá un tiro y gritos y estruendo de botellas rotas. A una mujer (debe ser una gorda de brea, con diente de oro) se le escapa de las entrañas un alarido demencial, preñado con palabrotas de presidiario. Mucho tiempo después, en la terraza, María Canela (así bautizaron a la rubia que llegó a casa como mascota) tortura el vecindario con sus ladridos paranoicos; esa perrita fula no conoce la palabra misericordia.

Boca arriba en el viejo camastro, un hombre en vigilia.

"Abril; que año más duro", piensa.

Y llora por la clarividencia de la escasez.

Resulta necio el insomnio, con la indecencia y el mal aliento de siempre, que se le metió en los huesos.

En la habitación de junto duermen tres niños, trenzados en un abrazo de hermanos que durante el día no se saben dar. (¡Qué vaina!, tienen tres camas y siempre amanecen todos metidos en una). El hombre los mira en su sopor de ángeles, y envidia el escudo de caramelo que los protege. Nada los altera. No hay ansiedad ni susto ni reflujo ni caspa nerviosa. Sólo les preocupa el buen estado del juego de té, la pelota de fútbol, el último disco de Shakira y Cristina Aguilera, el tarro con helado y la novela de "La Fea".

¿Recuerdas tú esos años, cuando la vida era un perpetuo juego, y nunca te diste cuenta cómo se hacía el milagro de la comida sobre la mesa y la matrícula de la escuela?

Es difícil vivir ahora, con los reales contados y el miedo terrible de fallarle a los chiquillos; sacando agua con la palma de la mano, para que no se hunda el barco; sin parches de opio suficientes, para evitar que se desangre la billetera.

Y el hombre se pregunta por qué el tiempo pasa impasible, draconiano, sin esperar a que uno se levante, sin dar chance alguno para el descanso, porque la espalda duele de cargar a tanta gente.

MAS LLANTO

Pero es bueno llorar. Cuando se escurren por el sumidero del alma, ayudan mucho los hilos de sal.

 

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