"Ecce homo", (He aquí el hombre), manifestó Pilatos, primera autoridad romana en la Antigua Palestina, y éste que no halló en Él ningún crimen, se lavó las manos y el Mesías fue vejado, azotado y cruelmente torturado y los soldados le pusieron una corona de espinas y diéronle bofetadas.
Luego se inició el Vía Crucis que lo condujo al Gólgota, donde lo crucificaron con gruesos clavos y a rudos golpes de martillo. Para mayor ignominia y para hacer creer que es como ellos, es crucificado entre dos ladrones, cumpliéndose la Escritura, que dice: "Y fue contado entre los malvados". Los soldados romanos se jugaron su túnica.
Recordemos y comprendamos el gran significado de las Siete Palabras del Redentor del Mundo en el augusto madero: "Padre, perdónalos que no saben lo que hacen"; "En Verdad te digo hoy, estarás conmigo en el Paraíso"; "Madre, he ahí a tu hijo. Hijo, he ahí a tu madre"; "Tengo sed"; "Dios mío, Dios mío, por qué me has desamparado"; "Todo está consumado" y "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu". Y habiendo inclinado la cabeza, dio el espíritu. Uno de los soldados le abrió el costado con una lanza y luego salió sangre y agua.
¡Quedaban lavados los pecados del mundo! La sangre generosa del Hijo del Hombre nos redimiría por siempre, haciéndonos gratos a los ojos del Señor Jehová.
¡Hoy, Viernes Santo, día de la Redención, es por lo mismo el día de las misericordias del Señor. La Iglesia, alza sus brazos suplicantes al Cielo, para rogar por todos en esta hora solemne! |