Ayer se cumplió un año desde cuando el hoy presidente de la República, Ricardo Martinelli, y Balbina Herrera se presentaron como candidatos ante cientos de cooperativistas en un acto organizado por el Consejo Nacional de Cooperativas (CONALCOOP), con el fin de que expusieran los planes de su gobierno en relación a la materia.
Por razones obvias, hoy los planteamientos de Balbina Herrera no tienen ninguna validez; no así las del señor Martinelli.
Como periodista y cooperativista, me produjo gran satisfacción escuchar al entonces candidato decir que si no era cooperativista, apoyaba al cooperativismo, y la prueba de ello era que así lo hacía con la cooperativa de empleados que funcionaba en los supermercados.
Prometió que de la gran cantidad de dirigentes cooperativistas que habían asistido a esa reunión saldría el nuevo Director Ejecutivo del Instituto Panameño Autónomo Cooperativo (IPACOOP). La realidad es que otorgó esa posición a una de las integrantes de uno de los partidos políticos que lo acompañaron en la contienda electoral.
Anunció, entre otras de las promesas, que reforzaría el Presupuesto de la institución, con el fin de que en su acción reguladora y fiscalizadora del funcionamiento de las cooperativas no tuviera injerencia otra institución, con una alusión muy directa a la Superintendencia de Bancos, y que daría instrucciones para que una institución bancaria, el Banco Nacional o la Caja de Ahorros, hiciera préstamos blandos a las cooperativas y así favorecer a sus asociados.
Esas y otras promesas fueron hechas por el entonces candidato. Hoy, el movimiento cooperativo panameño le está solicitando al Presidente de la República que voltee la mirada hacia ese movimiento y cumpla alguna de sus promesas. Él sabe que el movimiento cooperativista representa una verdadera fuerza económica, facilitadora de una filosofía que procura mejores condiciones de vida para sus asociados y que en definitiva coadyuva al desarrollo del país.