Irving Saladino, un panameño residente en Sao Paulo, de tobillo finísimo para el salto y nuevo subcampeón mundial de longitud, ofreció en Moscú a Latinoamérica una solución para el declive irreversible del cubano Iván Pedroso, cuatro veces campeón mundial al aire libre y cinco en pista cubierta, que pasó como alma en pena por la capital rusa.
A sus 23 años, Saladino no había competido jamás en sala, pero su debut en Moscú se ha traducido en una medalla de plata, a un solo centímetro del gran favorito, el ghanés Ignisious Gaisah, subcampeón mundial al aire libre en Helsinki 2005.
Saladino forma parte de la nueva generación que lucha por devolver el esplendor al atletismo latinoamericano. En Moscú batió dos veces el récord centroamericano, primero con un salto de 8, 10 metros y luego con el de 8, 29 que le dio la medalla de plata.
"Estoy feliz. Es la primera medalla para Panamá en los Mundiales y eso supone algo grande para mí. Quiero ser el mejor atleta de la historia, no sólo de Panamá sino del área", declaró a EFE.
Se declara admirador de Iván Pedroso, pero añade: "Eso era hasta hace poco. Ahora mi ídolo soy yo mismo. Me entreno para ser el mejor del mundo".
Saladino pertenece a la estirpe de saltadores con un tobillo de oro, de escasa corpulencia, que basan, como el propio Iván Pedroso, su calidad y su rendimiento en la velocidad de aproximación a la tabla y en un despegue fácil.