Someterse al escrutinio de las masas incentivando las tendencias del electorado es una práctica que ha sido adaptada en nuestro patio, pretendiendo medir las intenciones de resolución en el ejercicio político de tal o cual candidato.
He leído las propuestas presidenciales con las visiones de Gobierno, que en resumen no son más que los objetivos que sirven de inspiración y escalones a cada uno de los contendientes por llegar en buena lid al sillón Manuel Amador Guerrero.
Las dos perspectivas me parecen agradables, catalogándolas de tentadoras con un limitante impostergable, el tiempo. La falta de trabajo ya por el lado dependiente o independiente es el nido donde se procrean las carnadas que infringen la ley en cualquier sitio de la tierra. Todo esto trae como consecuencia la destrucción de los hogares, donde el sostén económico ha salido a volar alto, zafándose torcidamente de sus deberes irrebatibles. De una buena educación, no sólo se consigue independencia, sino felicidad estabilidad, dinero y amor.
No creo equivocarme al inferir profiriendo esta máxima: para mi el mejor presidente que ha tenido la patria fue el doctor Belisario Porras.
Porras diseminó por todo el país las escuelas y contrató el servicio de educadores extranjeros, ante la carencia de los nuestros, también construyó puentes sobre ríos caudalosos evitando que perecieran ahogados niños y adultos en todo el territorio. Precisó ser un hombre compenetrado en las dificultades sociales y allá iba dispuesto ha resolverlas.
Los mejores edificios de esa época fueron obra de su poderoso ingenio. No creo que un debate me haga cambiar de camino a esta altura, cada cual suele tener su línea que guardará con firme postura hasta la urna. Cuando hablamos nos sometemos a las terribles emociones que nos llevan a construir puentes donde no hay ríos. A groso modo califico halagadoras las propuestas de los dos candidatos. Sólo nos queda someterlas a la consideración del tiempo que obrará como juez inexorable, sancionando el último veredicto aprobatorio.