Espacio de tiempo transcurrido, cuatro años: 1914-1918. Se dio lugar la primera Guerra Mundial, de la que salió mal parada Alemania. El Emperador Guillermo II tuvo que abdicar. En 1933, sube al Poder Adolfo Hitler, el Caudillo del Partido Nazi.
En 1959 (Pascua de Resurrección, día grande que hizo el Señor) fue consagrado sacerdote Martín Bormann, hijo del lugar teniente de Hitler, apodado el "Terror Alemán" por ser uno de los perseguidores más enfurecidos contra las ideas religiosas en nuestro tiempo.
Era el enemigo número uno de Dios. Educó a sus ocho hijos al margen de toda religión e inventó procedimientos especiales, para pisotear y mermar los derechos de las comunidades religiosas y asesinar sin piedad a millares de personas. En 1946, fue condenado a muerte por el Tribunal de Núremberg.
Martín Bormann, hijo ahijado de Hitler, que al finalizar la guerra era un joven apuesto de quince años, comulgó con las juventudes nazis; estuvo al frente de las guerrillas clandestinas. El joven que gozó siempre de privilegios, gracias a la alcahuetería del padre, recibió este mensaje: "Hitler ha muerto rodeado de sus fieles camaradas ".
Sin padre y sin jefe, el joven fue protegido por el Dr. Von Humel. Este lo dotó de cédulas falsas para salvarlo. Errante, inseguro, hambriento, agotado, quebrantada la salud se refugia en el bosque. Cuando todo parecía perdido, apareció el remedio inesperado. Una modesta campesina, ayudada por su marido, lo recogió en su casa. La fe cristiana de la familia lo alentó a continuar sus viacrucis, vivía errante y perseguido después. Bormann, hijo, avanzó en su entrega a Dios. Había devorado muchos libros de la familia protectora; sobre todo la Biblia.
La mandíbula vigorosa, los labios que se cierran como tenazas no es la expresión de su padre. Era una fuerza serena que brotaba de un mundo interior lleno de verdad Bormann hijo: " He puesto mi ilusión en ser misionero para vivir esta vocación". Bormann, peregrino incansable, adoptó con profundo celo, prudencia e inteligencia la Vocación Sacerdotal. A los interesados en seguir a Cristo: "Si quieres ser perfecto... adelante. Síguelo como el valiente sacerdote que recibió el bautismo, comulgaba y adquirió la santidad divina. Le pidió a Dios fuerza y gracia para vivir en la santa vocación. Dios le concedió la gracia, y se hizo un maravilloso protector de la Santa Iglesia y Dios, su creador".