Con el Miércoles de Ceniza se inicia la Cuaresma, tiempo de abstinencia para los católicos, que va entre este día y la Pascua de Resurrección.
Tiene por objeto prepararnos para la conmemoración piadosa de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Divino Redentor. La Santa Iglesia nos prescribe para este tiempo oración más frecuente, ayunos y abstinencias, recogimiento y limosnas.
La bendición de la ceniza se registra antes de la misa conventual o parroquial y esta se bendice, sacada de los ramos benditos del año anterior. Los ministros del altar usan ornamentos morados, correspondientes a este rito penitencial.
Tanto los textos como el canto que la acompaña son una exhortación a la compunción del corazón y a la penitencia y enmienda de la mala vida pasada.
Asistamos con devoción y santa tristeza a esta ceremonia venerable que nos introduce en el ayuno de la sagrada Cuaresma y, al llegarnos el turno para recibir la ceniza bendita, inclinemos humildemente la cabeza, y acatemos con resignada sumisión la sentencia de muerte que, en nombre del Creador, nos dicta a cada uno hoy la Santa Iglesia.
Meditemos cristianos: polvo somos, efectivamente, puesto que del limo de la tierra salió Adán y Eva de donde descendemos todos, y en polvo hemos de convertirnos al poco tiempo de ser encerrados en el ataúd y depositados en el cementerio.
Armado de esta fe, el hombre paciente y virtuoso se consuela en sus mayores desgracias, y prudente en verdad, sujeta tu cuerpo a la ley de Dios, para conservarlo puro y digno de la feliz inmortalidad.