Colombia, Ecuador y Venezuela enfrentan un conflicto de proporciones difíciles de calcular, debido a conceptos de soberanía territorial, enmarcado en una intensa lucha ideológica en la que Estados Unidos gravita de forma notoria.El crecimiento económico de Panamá ha sido el más alto del mundo durante el 2007 (11.2 por ciento) y este repunte podría verse afectado si este conflicto se mantiene o llega al enfrentamiento armado. Por eso, nuestro país debe izar la bandera de la neutralidad, pero orlada con la estrella de la conciliación. Ya lo hemos demostrado antes, en los tiempos de la fratricida guerra en América Central donde se instalaron las bases de los diálogos de Contadora.
Panamá cuenta con la confianza de los países en pugna y esa valiosa carta no podemos arrojarla al cesto de la basura por intervenir a favor de alguno de los tres porque la violación del territorio nacional de Ecuador, mientras se daba caza a una de las máximas figuras de las FARC, debe discutirse con mayor apertura y desde otra perspectiva para evitar la extensión de un antagonismo que no traerá ninguna consecuencia positiva para los tres países hermanos.
No hace mucho, la diplomacia panameña logró un significativo triunfo al lograr que el país fuera escogido como representantes de la región centroamericana ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
La Organización de Estados Americanos debe demostrar personalidad y carácter en la solución del problema. Ante esta instancia continental, nuestro representante, Arístides Royo Sánchez, así como el ministro de Relaciones Exteriores, Samuel Lewis Navarro, podrían presentar un plan o estrategia que permita enfriar los ánimos para servir la mesa de las negociaciones.
Lo que ocurre entre Ecuador, Colombia y Venezuela no puede extenderse, menos aún en momentos de auge y de crecimiento sostenido de las respectivas economías, frente a Estados Unidos, que enfrenta un peligroso nivel de inflación y la Unión Europea que también podría sufrir efectos perniciosos por extensión.
La OEA debe preparar una agenda política donde los puntos principales sean este nuevo conflicto, así como también la guerra en Colombia. Irónicamente, es buen momento para que todos los países de esta vertiente se dispongan a encontrar la salida de una situación que pondría en serio riesgo la estabilidad y la paz en las tierras del libertador Simón Bolívar.
Es necesario comprender que la paz de Colombia, también es la de Panamá y viceversa. Ahora se impone apaciguar las exacerbaciones de los ánimos de Venezuela y Ecuador, porque la paz de los países latinoamericanos, no deja de ser la nuestra.
Debemos estar atentos al desarrollo de estos hechos. Los enfrentamientos verbales no resuelven nada y mucho menos el desplazamiento de tropas, aunque esto último podría encender un fuego que podría extenderse sin sospechar siquiera las consecuencias.