Tal vez no sea ilegal como el consumo de marihuana, cocaína o heroína, ni nos cause cáncer y enfisema como el cigarrillo, o cirrosis hepática como el alcohol. Pero cuando se trata de adicciones y excesos, la comida puede también causarnos graves problemas de salud.
La ansiedad tiene efectos diversos en las personas. Algunos reaccionan ante ella comiendo compulsivamente.
Se trata de un desorden alimenticio que es lo contrario de la anorexia o la bulimia, en los que el miedo obsesivo con engordar provoca que se evite la comida a toda costa, o se provoque el vómito luego de haberla ingerido.
Mientras la anorexia y la bulimia nos van consumiendo lentamente, la adicción a la comida nos infla hasta que el cuerpo no soporta más.
Está comprobado que comer sin control puede causarnos colesterol alto, diabetes, enfermedades del corazón, hipertensión, y hasta depresión. Entre los efectos a largo plazo de comer compulsivamente están daños a los riñones, artritis y deterioro de los huesos.
Tomemos en cuenta también que la adicción a la comida puede llevarnos a la obesidad mórbida, un estado físico deplorable, que limita en gran medida nuestro estilo de vida, y nos pone en peligro de un infarto.
Esta situación se puede remediar siempre y cuando tomemos conciencia de que podemos utilizar el tiempo de otra forma que no sea comiendo. Busquemos un hobby, hagamos ejercio (moderado al principio y un poco más fuerte con el transcurrir de los días), salgamos a acampar; cualquier cosa es mejor que sentarse viendo televisión con un galón de helado entre las piernas.
Para los casos más graves, está la atención médica y psicológica. Está comprobado que el 80% de los comedores compulsivos que se atienden con un médico se recuperan o mejoran sustancialmente sus hábitos nocivos.