Las personas mayores sanas se quejan de tener fallos de memoria, y aproximadamente el 20% se preocupa por su capacidad para recordar.
"Se me olvidan nombres, caras, números de teléfono, dónde he puesto las cosas..." Esta misma angustia aumenta los fallos de memoria. Por eso, es mejor no agobiarse inútilmente y tener información de lo que sucede realmente.
A medida que la persona empieza a envejecer, la memoria cambia, pero la memoria es un sistema y no todas las partes de éste cambian por igual. Así, se ha descubierto que no se deteriora la memoria sensorial (la que recoge los estímulos que nos llegan a través de los sentidos: visuales, auditivos...), ni la memoria a corto plazo, ni la memoria a largo plazo. En esta última, el conocimiento almacenado es estable y puede aumentar con la edad.