Hace pocos días, tres personas murieron cuando cayó un alero de un edificio que supuestamente estaba siendo renovado como parte de los proyectos de estética en el Casco Antiguo de la Ciudad de Panamá. Dos de los muertos eran niños. La tragedia ha generado un intenso debate por el grave deterioro de San Felipe y el problema de la especulación acerca de los costos de las propiedades, así como los terrenos en este sector exclusivo de la capital.
Pero solo hay que dar un paseo por el Casco Viejo para ver la realidad de este sector. ¿Cómo es posible que de una veintena de propiedades, la mayoría tenga únicamente la fachada y un mero cascarón, disimulando que esté habitada?
El ejemplo más claro es uno de los edificios ubicado en el pleno centro de la Plaza Catedral, el cual se convirtió en un estacionamiento, cuando debió ser renovado.
Por años, los moradores de San Felipe venían denunciado estas irregularidades.
Sin embargo, cientos de personas fueron desplazadas del lugar, mientas otras esperan ser desalojadas para dar espacio a proyectos hoteleros o residencias de nivel exclusivo.
Cuando en la década de los noventa se declaró Patrimonio de la Humanidad al Casco Viejo, la idea primordial era mantener a los moradores en sus hogares y se rescatara la cara histórica de este sector de antaño, fundado en el siglo XVII. Recordemos que por espacio de tres centurias, la historia de nuestra nación se desarrolló en ese lugar.
También hay que recordarle al gobierno que debe evitar estas tragedias con el desmoronamiento de edificios abandonados, no solo en San Felipe, porque lo mismo pasa en Calidonia, Curundú, Bella Vista, Bethania y San Miguelito.
A la vez, esa política de “apaga fuegos” como bomberos, debe terminar. El gobierno no debe tomar acciones cuando pasa el desastre, debe prevenirlos.
Es hora que las autoridades tomen cartas en el asunto y obligar a los dueños de estos cascarones para que renueven el Casco Viejo y sus alrededores. Las denuncias hechas por la ministra de Vivienda, Balbina Herrera, al igual que el encargado de Turismo, Rubén Blades, evidencian un malestar con respecto a la irresponsabilidad de algunos empresarios que no quieren cooperar con el desarrollo de la ciudad.
También tienen que enfocar un cambio en la normativa sobre el Patrimonio. Si hay otros interesados en comprar terrenos y residencias para construir hoteles o centros culturales en San Felipe, ¿porqué no se impone una ley que expropie a los que no cumplen con la renovación y se niegan a garantizar la seguridad a los moradores que habitan el Casco Viejo. Además, el dolor de los familiares de los fallecidos no tiene resarcimiento monetario. Hasta hubo uno que quiso pagar 400 dólares por la muerte de un chiquillo. Señores, una vida no tiene costo, es invaluable.