¿Qué es eso? ¿Una entidad deportiva exitosa o un albergue de momias fracasadas?
La Organización Deportiva Centroamericana (ORDECA), dueña de los Juegos Centroamericanos, es una entidad inoperante encabezada por un grupito de amigos que hacen lo que les venga en gana con los estatutos.
El panameño Melitón Sánchez, presidente actual de la ORDECA; el guatemalteco Fernando Beltranena, el costarricense Nery Carvajal y el nicaragüense Julio Rocha -todos presidentes de los comités olímpicos de sus respectivos países- tienen más de 20 años dentro de la ORDECA.
¿Cuáles han sido los logros de estos señores? Pocos, por no decir ninguno. Sus decisiones sólo han creado polémicas y disputas dentro de la región, en vez de unidad, razón por la cual, en parte, los Juegos han ido, con el pasar de los años, decayendo.
Recientemente, su excelencia Sánchez dio una muestra de la trascendencia que para él -quien es el capitán del barco- tienen los Juegos Centroamericanos. Cuando la ORDECA está en plena crisis, él se da el lujo de irse por casi 20 días a Turín para, aparentemente, presenciar unos Juegos Olímpicos de Invierno a los cuales, que yo sepa, ningún atleta panameño asistió.
En Panamá resulta patético ver la manera ruín como se elige al jerarca del Comité Olímpico de Panamá (COP) -algo similar ocurre en otros países de la región-. Muchos presidentes de federaciones y comisiones deportivas y la mayoría de los miembros permanentes del COP dan su voto por amiguismo o por cuidar intereses personales.
Casi nadie en el COP vota por ideas, proyectos o planes (¡qué no los hay!) que repercutan positivamente en el panorama deportivo nacional y regional. Eso es lo que menos importa.
Por la carencia de ideas y visión -tanto a nivel de gobiernos como de Comités Olímpicos Nacionales (CON)- es que hoy tenemos unos Juegos Centroamericanos pobres en cuanto a nivel competitivo y decadentes que, de seguir bajo la tutela de una ORDECA colmada de ineptos, van camino a desaparecer del ciclo olímpico.
En nuestro próximo escrito daremos un repaso sobre cómo estos Octavos Juegos Centroamericanos empezaron mal y -para qué ocultarlo- están terminando mal.