Empezamos con decir que no son todos para que quede claro, pero sí son un nutrido grupo que no tiene vocación de servicio para ejercer esta noble profesión, la única que cuida la vida humana. No hay otra.
Hay médicos que son espléndidos con sus pacientes, pero en sus clínicas privadas, pues cuando les toca un turno en los hospitales públicos (CSS) hacen esperar desde las 5:00 a.m. al paciente, pero ellos llegan a las 9:00 a.m. y se van media hora después corriendo a sus consultorios. ¿Quién regula esto?
Hay médicos que reciben a los niños en los cuartos de urgencia y no los examinan ni en lo más usual (ojos, respiración, peso, etc) y terminan diciéndole a los padres del paciente que su caso no es de urgencia y debe llevarlo al pediatría.
Hay médicos que atienden malhumorados porque no pudieron dormir lo suficiente la noche anterior debido a que se quedaron tarde en su clínica operando a un paciente que representa platita, pero se descargan con los que no tienen dinero para visitarlos en sus oficinas privadas.
Hay médicos que en vez de recibir la urgencia, lo que hacen es entregar al paciente un formulario donde enumeran todo lo que ellos no consideran que deba atenderse de inmediato.
Hay médicos que tratan de la patada al paciente, como si no tuvieran familia y ni explican con detalle qué tiene, qué se le aplica, por qué y para qué.
A pesar de que existen este tipo de médicos que algún día juró cuidar la vida de la humanidad, aún quedan muy pocos que regalan una sonrisa al paciente, esa sonrisa que representa la mejor medicina para cualquier enfermedad.
A esa clase de doctores, enfermeras, auxiliares de enfermería y todo el personal involucrado en las tareas de los hospitales que actúan con humildad y mucho humanismo, Dios tiene un regalo precioso para ustedes: la vida eterna.