Eran las seis de la tarde del día martes 25 de febrero cuando Luis Menéndez, amante del deporte, la naturaleza y los espacios abiertos, corría por los lados de la entrada de Clayton, frente al proyecto residencial Embassy Club. Jamás imaginaba que sería testigo de un horrendo atropello. Un ocelote (Leopardo pardalis) salió súbitamente del rastrojo y atravesó rápidamente la calle. No se esperaba ni Luis ni el ocelote, a un auto conducido a gran velocidad. Dado que nadie transita a 40 Km
h esa vía angosta, resulta común observar a conductores inescrupulosos, manejar sin precaución, a pesar de que hay niños, peatones y animales en las cercanías.
Ante las señas, casi tardías, de advertencia para reducir la velocidad que realizara el atleta, el conductor poco interesado, no sólo atropelló a este hermoso y poco común animal, sino que se dio a la fuga.
Ante la impotente mirada de algunos, básicamente extranjeros, que se detuvieron ante la macabra escena, surgió la recomendación de llevar al muy lesionado felino al veterinario más cercano...pero, surgió la definitiva frase: "está muerto".
La Policía Nacional se detuvo ante la triste escena. Lo hicieron algunos foráneos que nunca imaginaron que en estas zonas podría vivir un felino de tanta belleza. A la sugerencia de que el oficial apostado en la garita de la entrada de Clayton, se tomara unos segundos para solicitarles a los conductores que ingresan que reduzcan la velocidad, la respuesta contundente y final fue: "nadie hace caso y es por el gusto."
La tasa de natalidad de estos animales es muy baja, se sabe, de acuerdo a información proporcionada por el experto panameño en felinos, Ricardo Moreno, que cada pareja genera tres cachorros, de los cuales sobrevive uno. Esto ocurre cada dos años. En Cana en Darién, se registró el mayor animal de este tipo capturado alguna vez: pesaba cerca de 40 libras; un record mundial.
La tarde terminó para este particular ejemplar de nuestra fauna, que no sólo nunca atacaría a una persona, sino que cumple un papel específico en la cadena ecológica de la zona. Entristeció a todos los que estuvimos en la escena, reconocer que las autoridades no pueden o quieren hacer nada con respecto a las regulaciones de tránsito en ese lugar, y que sólo se puede apelar a la conciencia de quienes transitan por allí diariamente, para evitar otras muertes como ésta, porque al parecer "la muerte galopa en Clayton" y a nadie parece importarle.