Estimado Monseñor Emiliani. Primero quiero agradecerle mucho por sus programas de radio, ya que me han hecho mucho bien. Mi caso es un poco complicado. Estuve preso tres años por un gran problema en la empresa donde trabajaba. Se dio un desfalco y debo confesar que yo estuve implicado, formando parte de un grupo que hizo este robo. Dos de los autores nunca fueron detenidos y sí se aprovecharon de lo que se sustrajo. Yo negué mi participación, pero fui condenado. Confieso que sí cometí el delito y pagué por él. Los que mi indujeron a cometer esa fechoría, jamás se acercaron a mi después. Ahora estoy sin trabajo. Tengo 28 años cumplidos y soy soltero. Mi novia se casó con otro muchacho cuando estaba preso. Algunos de mis íntimos amigos ya no quieren acercarse a mi. Lo acepto. Tengo preparación en contabilidad y estoy acabando mi carrera en administración, interrumpida por mi reclusión en la cárcel. Mi padre y un tío me están ayudando económicamente. Ellos y mis hermanos y un par de amigos han sido fieles a mi desde que empezó mi tragedia. Tengo que decirle que mi experiencia allí fue profunda.
Estimado amigo. Usted ha sufrido un proceso de purificación y de crecimiento espiritual. El Señor aprovechó para tener un encuentro personal con usted. Aceptar su situación e inclusive ver la realidad que lo rodeaba en la cárcel con los "ojos de Dios" le permitió volver a la vida normal con otra actitud. Me dice que está estudiando administración. ¡Bravo!. La vida no ha acabado, continúa y ahora con más brío.
Es usted una persona joven, con un futuro prometedor. Tenga propósitos claros en la vida y siga luchando con todo su ser para superarse. Termine su carrera y pídale al Señor que consiga trabajo lo más pronto. Y vaya con una actitud de triunfador, viviendo los valores del Reino de Dios y haga las cosas lo mejor posible. Demuestre su capacidad y buena voluntad en su trabajo. 4. Siempre sea agradecido a su padre y a su tío y demás familiares y amigos que estuvieron con usted. Perdone a los que lo abandonaron y por supuesto, que a los malos amigos, los que lo llevaron a cometer ese error, mantener una gran distancia, no por rencor, sino para evitar ser contagiado de nuevo por la maldad de ellos. Y recuerde, Dios lo ama mucho.