Espero entiendas bien esto: nunca te arrodilles ante el que te maltrata y sádicamente goza haciéndote sufrir. Si eres esposa agredida levántate y defiende tu derecho como mujer y que le ley se encargue del déspota agresor. No le des gusto a su alma enferma y hazle ver que no viniste a este mundo a ser objeto de violencia de ningún acomplejado que usa su fuerza física para dominar a los demás.
Nunca te arrodilles ante el que tiene algún poder o mandato sobre ti, sea maestro, médico, juez, sacerdote, presidente, policía o jefe, porque si toda autoridad viene de Dios, debe usarse para mandar como El quiere, y no para explotar, engañar y manipular en nombre de oscuros intereses. Nunca te arrodilles ante el que más dinero tiene, porque sólo Dios merece todo honor y gloria, y los poderes de este mundo son pasajeros, caducos y al final todo envejece y muere. Nunca, nunca te arrodilles ante nadie de este mundo, porque éste de Dios viene y ante Dios, el que nunca muere y el que todo puede, iremos a rendir cuentas y los idólatras se quedarán fuera sufriendo el castigo eterno con fuego ardiente.
Recuerda pues que quien tiene dignidad inherente a su ser y que de Dios viene, quien ha sido creado a imagen y semejanza del Dios viviente, y de ti estoy hablando, jamás caerá de rodillas ante la mera ilusión de dioses que parecen estar vivos, pero que son de puro barro y que con el tiempo desaparecen y mueren. Abre tus ojos y defiende tu derecho a rendir culto a quien todo lo puede y que es la Trinidad Santa, eterna y que de la vida es fuente, y quien te dará lo que el mundo jamás puede, que es el gozo total y la felicidad para siempre. Escucha, para siempre, y nadie ni nada de este mundo puede garantizarte ni una hora más de vida, y lo más que pueden ofrecerte es placer momentáneo, poder efímero y un tener dinero que la felicidad comprar nunca puede.
Sí, no puede comprar la mirada tierna de un niño, las gracias sinceras de un hermano, la risa desbordante de un grupo de amigos, el cariño, el amor y la ternura de un cónyuge y la bendición de un Dios que ama a los humildes y ofrece su ser omnipotente a los que tienen su corazón despojado de toda egolatría y egoísmo.