Por iniciativa del Representante del corregimiento capital de Capira; Carlos Salcedo, se derribaron los viejos fraijelones del parque que conjuntamente hacían juego con la iglesia San Isidro Labrador. Testigos somos, que estaban carcomidos desde sus raíces. El parque luce aflijido y desconcertante ya que ni los malvados changos ni ningún otro pájaro se atreve posarse en lo que parece una enorme lápida sepulcral de cemento. Las mejoras realizadas están a la vista, pero la ausencia de árboles es dramática. Como consecuencia desde que eliminaron la frondosidad más importante del centro urbano, los capireños no habíamos sentido tanta pena con nuestros visitantes, como en la fúnebre tarde del 20 de febrero de los corrientes, en ocasión del concurrido sepelio de Irving Saurí, hermano del señor Alcalde.
Como en la Iglesia no se cabía, en el atrio, ni en las escalinatas del altozano tampoco, se observaron durante las tres horas del dolido responso, a personalidades del cuerpo diplomático, políticos, profesionales, gente de montaña y de diferentes provincias, apiñadas tomando un sol apto para sacar chogorros. Fue entonces, cuando venerables ancianos que allí cumplían con la amistad expuestos a un tabardillo con secuelas, caviló sobre qué clase de palos podrían plantarse en el rapado espacio municipal. Resurgieron nombres de importantes héroes de nuestra flora como: Panamá, javillos y mamones, saliendo este último aprobado con una aceptación total y maliciosa.
El mamón crece altísimo, no es quebradizo, responde bien a la poda y da mucha sombra. El mamón vino de la India, pero un gazebo acorde a la arquitectura de la iglesia (en Capira existen buenos arquitectos), cuatro mamones bien plantados, uno en cada esquina más otros árboles de ornato, devolverían la vida a un sitio, tan emblemático como el Cerro Trinidad, que podría llamarse “parque los mamones”.