La comunidad cristiana inició, el miércoles, el período de Cuaresma, que consiste en representar los cuarenta días y las cuarenta noches que Jesucristo vivió previo a su calvario que culminó con su sacrificio en la cruz para salvar al mundo.
Un período en que estuvo sometido al hambre, sed, inclemencias del sol y sobre todo donde su fe fue puesta a prueba. Como representación de las vivencias de Jesucristo, tal cual nos expresan las escrituras, así mismo el pueblo cristiano se impone penitencias y acciones sagradas, tales como colocarse en la frente, el Miércoles de Ceniza, una cruz que se marca con ceniza, como símbolo de que polvo somos y que en polvo nos convertiremos al dejar la vida terrenal.
Durante estos cuarenta días, los panameños religiosos se abstienen de comer carnes durante los días viernes. Una tradición que con el pasar de los años se ha comercializado al punto de que es la época en que los productos del mar son escasos y sus precios son casi inalcanzables.
Durante esta época no sólo deben prevalecer las penitencias, también es excelente para que las familias reflexionen sobre lo importante de mantener y conservar la unión familiar, fundamentada en el hecho de que todos somos hijos de un mismo padre, con la única diferencia de que no somos similares en color, raza y costumbres.
Esta es la época propicia para la reconciliación y el perdón. Todos, como humanos que somos y que estamos expuestos a cometer errores, en algún momento de nuestras vidas quizás llegamos a herir con nuestro actuar a personas muy cercanas, que pueden ser nuestros padres, hijos, hermanos, en fin, seres que estoy segura estarán dispuestos a la reconciliación. Como dice nuestro cantautor Rubén Blades, "familia es familia", terminó tan amplio que no tiene limitantes ni fronteras.
A partir de este momento, los invito a dejar a un lado los resentimientos que puedan existir en sus corazones, y empiecen a vivir una nueva vida. Que la llegada de este tiempo de Cuaresma sea el momento adecuado para ser feliz en compañía de su familia y de los seres queridos que aún, con la gracia de Dios, pueden contar con ellos. Si llega a tardar su reconciliación, quizás tendrá que asistir a un camposanto a pedir un perdón que dolerá mucho más, pues no recibirá una respuesta, ni un abrazo que disipe los errores cometidos.