Es común que el panameño lo primero que haga al levantarse es poner el pie en el piso, cuando existen hombres que lo primero hacen es poner la rodilla para hablar con Dios.
No es un secreto que a ese Ser Supremo lo tengamos oculto en una esquina de la casa.
La falta de oración es un desastre. Alguien ha dicho: "Dios consumía a Jacob de día por el calor, y de noche por la helada" (Génesis 31:40), pero transcurrieron veinte años antes de que él profiriera una palabra de oración. Cuando lo hizo, maravillosamente penetró en el camino de Dios tratando de contestar sus propias oraciones (Génesis 32:9-20). Fue únicamente en el vado de Jaboc (que quiere decir: el lugar del vaciamiento) que aprendió el secreto de prevalecer con Dios, ya que allí fue despojado de toda su fortaleza natural y herido, para que no pudiera hacer otra cosa sino aferrarse a Dios para toda su vida. Como alguien dijo: "Jacob luchando, solo fracasó; Jacob aferrándose, pronto prevaleció." La gran tragedia en la vida de David ocurrió cuando andaba sin orar por el terrado de su casa y vio a Betsabé.
El lugar que la iglesia primitiva dio a la oración, al punto de no permitir que ninguna otra cosa la desplazara del sitial que le correspondía, se destaca en las expresiones: "No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas y nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la palabra" (Hechos 6:2-4).
A dos prominentes ministros del evangelio se les preguntó: "Si Cristo viniera de inmediato, ¿cuál seria la cosa que usted más lamentaría?" Ambos respondieron: "No haber pasado más tiempo en oración." Todos tratamos de orar, pero pocos lo hacen.
Si pretendemos ser buenos ciudadanos, necesitamos convertirnos primero en excelente cristianos. hay que cambiar la idea de apartar a Dios y darle un mejor lugar.