¿Ha visto usted cómo se ha degradado la palabra amor, que es uno de los nombres de Dios? Desde las más absurdas y grotescas letras de canciones, donde "hacer el amor" significa revolcarse como cerdos en el lodo de la promiscuidad, hasta decir "te amo" y buscar simplemente aprovecharse de una persona, engañándola, usándola como un trasto viejo para después tirarla como un objeto "desechable". ¡Cómo se ha degenerado el término amor!
El político que dice que "ama a su pueblo" y promete cosas que no cumple, provocando frustraciones por tantos engaños y robando fondos que pertenecen a los pobres; el líder religioso que manifiesta que ama la causa del Reino y cobra ávidamente por cada servicio, se enriquece burdamente con las ofrendas de los humildes y se distancia de los mismos viviendo entre lujos; el juez que "ama" el derecho y acepta sobornos afectando a otros; el padre que "ama" a sus hijos y no los atiende en sus necesidades profundas; esta palabra amor ha sido y es profanada, violada, reducida a mentira por intereses creados. Esto ofende a Dios.
El que ama es fiel, como Dios lo es. El que ama cumple la palabra dada, sabiendo que no quiere hacer sufrir a la persona que ha puesto su confianza en él. El que ama no caerá en la traición, porque uno de los peores dolores que experimenta un ser humano es sentir "el puñal clavado en la espalda" por alguien cercano a el. La pasión de Jesús empezó con Judas buscándolo en el monte de los Olivos con un grupo de desalmados para atarlo y llevarlo detenido ante las autoridades religiosas. ¡Qué dolor el de Cristo al sentirse traicionado por un amigo!
El que ama está conectado con la fuente del amor que es Dios mismo. Está bebiendo del agua pura del amor eterno y por eso puede a su vez amar sin esperar recompensa. El amor de Dios es pleno, infinitamente generoso y no busca nada para sí, por lo que el que ama, aún con sus limitaciones, intenta hacerlo sin buscar para sí otra cosa que la satisfacción de ver que otros se beneficien de su entrega. El que ama de verdad es una persona feliz realizada. El que no ama, siempre al final está amargado, frustrado, se siente sólo y ve en los demás solamente sus defectos, para justificar el no amar. El que ama sabe perdonar setenta veces siete, y bendice al que lo maldice, y ora por aquél que lo persigue. Por eso el que ama es el más feliz de todos porque vive en Dios y por eso con Él es invencible.