Cada vez que viajo a la península de Azuero, aparte de la alegría que me produce volver a recordar el pasado, también me embarga la nostalgia, al ver que han ido borrándose las huellas de un acervo cultural regional, próximo a hundirse en el pozo del olvido, empujado por el avance arrollador de las corrientes comerciales.
Ante esa influencia foránea que va distorsionando esa expresión inconfundible del hombre azuerense, se impone la necesidad de un proyecto para rescatar el conjunto de valores artísticos, donde se pueda exponer la figura y los aportes de destacados artistas vernaculares que descollaron en la ejecución de instrumentos típicos como el violín, el acordeón y el canto de la décima que son expresiones musicales originadas en una sociedad rural organizada, puestas en uso hoy hasta en la urbe.
A grosso modo se me ocurre la habilitación de un espacio público, o plaza, que podría estar ubicado en el área periférica de cualquiera de las principales poblaciones de la provincia de Los Santos, donde se erijan estatuas o monolitos, que exalten a los más destacados acordeonistas, cantadores de mejorana, violinistas y compositores.
Sería un escenario forjado con marcado sentido estético, que ofrecería a los visitantes un bosquejo de la personalidad del habitante de estas tierras, y una muestra del aprecio que tenemos los santeños y herreranos por los que nos antecedieron.
Pienso que sería una iniciativa para sacar del entorno encerrado en que se encuentran estas poblaciones, hacia espacios abiertos en las afueras, debido a la contracción urbana por la tenencia de la tierra empleada desde sus inicios en la explotación agrícola y ganadera.
�sta es solo una sugerencia que bien podría ser enriquecida por otras personas conocedoras del tema. Creo que la política cultural del Estado panameño, si acaso existe, necesita mirar un poco más hacia adentro, y emprender la búsqueda de las raíces profundas de la nacionalidad, para lograr un país que sabe de dónde viene, y hacia dónde va.
