Cuando apenas las fiestas de carnaval comenzaban, ya se reportaban las primeras muertes del dios Momo, lo que pone en evidencia la necesidad de contar y adoptar con la política del conductor designado, una figura que suplanta al principal cuando ésta no esté en condiciones de conducir.
Por años las autoridades del Tránsito han intentado tener un récord en cero para las fiestas de carnaval, sin embargo, no importa el férreo operativo que se ejecute porque siempre las víctimas por accidentes de tránsito siguen superando las otras causas de muerte.
El panameño debe entender que la vida de todos los que van a bordo de un auto está en juego, a penas se suben al vehículo. El conductor tiene que estar en todos sus sentidos para ser coherente en el manejo para llevar a sus pasajeros al destino. Todos sabemos que hasta el mejor conductor del mundo se accidenta porque siempre hay un borracho en la vía que se sale de la ruta.
La intención de las campañas es evitar que el panameño se siga matando. No queremos más muertes en las calles del país por el simple hecho de que se mezcla el licor con el volante. Esta combinación es fatal desde cualquier punto de vista.
Nadie puede, aunque diga lo contrario, estar ebrio y poder concentrarse detrás de un volante porque los reflejos no son los mimos.
Ojalá, en los días que quedan de este carnaval 2005, los panameños de todos los estratos entendamos que con la vida de nadie se puede jugar, por ello la importancia de designar a alguien que conduzca, tal como se hacen cuando se viajan distancias largas.
Hoy hay luto por esas personas que fallecieron y mañana pudiera repetirse si no tomamos el control de nuestras vidas en estos momentos.