"Tengo 22 años, he vivido entre el tutelar y la cárcel, pero Dios me dio una oportunidad que no voy a desaprovechar", relató un joven de Teen Challenger.
Esta es la historia de un joven de tez blanca, nariz perfilada, ojos grandes y de mediana estatura, quien llegó a conocer de la Palabra de Dios, estando en la cárcel.
No es cualquier maleante. Es graduado de Comercio, en el Colegio Comercial Panamá, ubicado en Pueblo Nuevo, en el año 1999.
Doce meses duró con el título colgado en la pared de la casa, ubicada en Calle 21 de El Chorrillo. El deseo de obtener dinero fácil era mayor que ganarlo honradamente, y eso lo llevó a cometer delitos, y a estar tras las rejas por más de 18 meses.
"Ingresé al mundo de la delincuencia desde muy temprano. Cuando estaba en el colegio, consumía marihuana y ningún profesor sabía", dijo J. G. ( iniciales ficticias del relator), quien prefirió estar en el anonimato.
Durante la vida estudiantil, nunca los padres tuvieron quejas de él, porque fue un estudiante aplicado, pero creía que era dueño del mundo y que nunca iba a "caer".
El segundo paso después de las drogas, fue robar carteras, lo que comúnmente se llama en el barrio, "piquetear", y luego pasó a "la cancha", atraco de ropa en los almacenes.
Disconforme con el dinero que "recogía", se hizo amigo de varios chicos que se dedicaban a robar autos; con un poco de gracia cayó bien al cabecilla de la pandilla de roba-carros.
En dos ocasiones llegó a recibir B/.500.00 por cada auto robado, pero la tercera vez, la Policía Nacional, lo atrapó y fue a parar a la cárcel La Joyita.
Hoy, con una medida cautelar, se encuentra en la calle vendiendo galletas y da gracias a Dios, porque asegura que su vida ha cambiado. Atrás quedó el mundo oscuro.