El que no cree, ya está condenado (Jn 3:18), dice Jesús en la Escritura. Ésta es una afirmación extremadamente contundente que no deja lugar a dudas. La falta de fe en el mensaje cristiano supone la condenación eterna en los infiernos. Hay veces que tenemos la oportunidad de exponer esta perspectiva a los ateos, pero no siempre las conversaciones son joviales, sino de extremo disgusto. Ahondando más en el tema, comprendí que el motivo del desagrado extremo de mi contertulio se debía a que él se consideraba por encima de todas aquellas "tonterías" religiosas, y le desagradaba comprobar que esos a los que él consideraba un producto de la ignorancia, lo certificaban a él, un ateo racionalista, como un pobre pecador condenado al infierno eterno. Este hombre, al parecer, consideraba que por el hecho de ser ateo, no le afectaba para nada todo el tema religioso, y que podía limitarse a despreciar a Cristo y a sus creyentes sin que ello le supusiese mayores consecuencias. Después de algunas palabras le hice notar que su negativa a aceptar a Cristo como su Salvador personal ya suponía en si mismo un acto de fe.
Una fe negativa, pero fe a fin de cuentas. Fe en la no existencia de Dios. Él volvió a la carga argumentando que el hecho de no tener fe no significaba que fuese merecedor del infierno.
"Pues todos pecaron y carecen de la gloria de Dios" (Romanos 3:23). Sólo reconociéndose pecador previamente, y pidiendo perdón a Dios a continuación, es posible conseguir que el alma quede lo suficientemente limpia de impurezas.
Esto mismo es aplicable a todos los ateos. Cuando un ateo es interpelado sobre Cristo, valora el tema y emite una decisión final. El tema de la salvación o de la condenación es tan esencial que nadie puede mirar hacia otro lado. En un tema tan crucial no es posible ser neutral y quedar al margen, como pretendía mi furibundo contertulio.
Hasta el último suspiro es posible renegar del ateísmo y aceptar a Dios. Dios es misericordioso y perdona a todo aquel que desea Su perdón. De lo contrario, que nadie se engañe. El ateísmo no sirve de disculpa, porque el no creer ya supone en si mismo una toma de postura. El que no cree rechaza a Dios. Y Dios no obliga a nadie a convivir con Él a la fuerza. Cristo te ama.