El Ejecutivo hizo oídos sordos a las solicitudes del sector empresarial y de los gremios que reclamaban suspender la convocatoria a sesiones extraordinarias para que la Asamblea Nacional debata el proyecto de reforma fiscal.
Aunque el proyecto original fue sometido a modificaciones y se atendieron algunas de las preocupaciones que los sectores afectados habían advertido, en el ambiente hay la sensación de que existe extremo apuro del oficialismo en torno al tema.
Un tema tan sensitivo no puede ser discutido en 15 días calendarios y en las cercanías del carnaval, época en que la atención de los panameños se distrae.
El propósito de una reforma fiscal no debe ser meramente la recaudación para mejorar las finanzas del Estado. Se debe tomar en cuenta el efecto que éstas pueden tener en el comercio y la industria, para garantizar al menos los empleos que hoy existen.
Las recaudaciones de impuestos dependen de la existencia de los contribuyentes conformados por los asalariados y las empresas. Si por causa de las modificaciones se origina el cierre de negocios no habrá contribuyentes y por ende tampoco recaudaciones.
Al mismo tiempo, la experiencia debe servir para mejorar el tratamiento oficial a otro tema sensitivo que se nos avecina, como son las reformas a la Caja de Seguro Social.
Ese tema es más sensitivo que el tema fiscal y dependiendo del contenido, tendrá a los obreros en las calles. El apuro de hoy no se puede repetir con lo relativo a la seguridad social, porque los sindicatos, a diferencia de los empresarios, no creen mucho en los comunicados, sino en las manifestaciones y protestas en las calles.