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  OPINIÓN


Jugarse la vida

Por: Hermano Pablo | Reverendo

Todo andaba mal desde el principio en el vuelo 492. El avión con rumbo a Nueva York debía despegar del aeropuerto de Chicago. Pero las condiciones del tiempo no eran propicias: lluvia, viento y nieve. Tardaron una hora para despegar.

Ya en el vuelo, el piloto anunció que se avecinaban más tormentas y tornados en la ruta, y les hizo una consulta a todos los pasajeros. "Vamos a votar "sí" para seguir el vuelo a Nueva York, o "no" para regresar a Chicago." Todos votaron, y ganaron los que votaron "sí".

De modo que el avión siguió el vuelo y, por suerte para todos, aterrizó felizmente en Nueva York.

Es increíble cómo los pasajeros del vuelo 492 de la American Airlines se jugaron la vida con un sí y con un no. La mayoría eran hombres de negocios. Un atraso de un día, aun de unas horas, significaba la pérdida de mucho dinero. Y algunos piensan que cuando hay grandes cantidades de dinero en juego, la vida humana pierde valor.

Sería bueno poder decir que los que votaron "sí" eran personas de fe, que confiaban en que llegarían seguros, de todos modos, a su destino. Pero lo más probable es que esa fe fuera la misma que tiene el que juega a la ruleta rusa. "Puede que en esta vuelta del tambor esté la bala; pero creo que no." Y entre un sí y un no se juega la vida.

La vida es demasiado importante y preciosa para dejarla librada al azar. El azar es ciego e irracional. Carece de memoria, de conciencia. Confiar la vida al azar es dejarla a la deriva, a la falta de razón, a la inconsciencia, a la nada.

Hay quienes emplean el mismo juego para casarse. Dicen: "No sé cómo me va a ir en el matrimonio, pero de todos modos, me caso." Así, al poco tiempo, terminan en divorcio y todo se desploma. Apostar la vida y la fortuna al azar es jugar con la ruina y con la muerte. Y en la mayoría de los casos, gana la muerte.

Mucho mejor es la fe consciente, lógica y racional en Jesucristo, Dios viviente. Con Él no hay azar alguno, sino seguridad, firmeza y estabilidad. Estas condiciones, que sólo Cristo ofrece, prometen una vida serena, tranquila y feliz.



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