Vivimos en un país donde el pago de impuestos es una costumbre no muy bien distribuida ni comprendida. Quienes menos se familiarizan son aquellos con mayores ingresos. Por lo tanto, una reforma fiscal provocará no pocos escozores; sin embargo, quienes la combaten pasan desapercibidos los ingentes desequilibrios sociales sobre todo porque, a la sazón, nuestro país es el segundo del continente con el peor reparto de las riquezas, menos equitativo.
Revisamos la historia y nos encontramos con que esta será la primera vez que una reforma de esta naturaleza involucrará en el pago de impuestos a todos los ciudadanos con ingresos, en particular a quienes son más favorecidos. Estas modificaciones no permitirán escapatoria al establecer un porcentaje de ingresos brutos.
Esos mismos registros históricos nos indican que en el siglo pasado, el planificador David Samudio padre, se atrevió a retar a los grandes intereses económicos y esto le costó la candidatura presidencial en 1964 por el partido Liberal. Quienes se opusieron a sus reformas le pasaron una factura y frenaron sus aspiraciones políticas en ese momento.
De todo esto, la parte negativa se encuentra al momento de aplicar estrategias de austeridad en los gastos del Estado. Claman por la disminución de la planilla gubernamental y en esto se les ha complacido; pero a la hora de aportar su cuota de sacrificio revientan en un desolador llanto y no quieren realizar sus aportes.
Panamá parece estar siguiendo un modelo donde el mejor negocio es la especulación financiera y cuando el ministro Ricaurte Vásquez compara nuestro país con Argentina, no anda muy desorientado nada. Pero el problema más grave es que la concentración de la riqueza nos podría conducir por los violentos senderos ya recorridos por Colombia o El Salvador.
Por su parte, el sector empresarial panameño aspira a lograr todo tipo de incentivos y exoneraciones para poder invertir millones de balboas en nuestro territorio, pero a la hora de restar cifras al desempleo no dejamos las cifras.
Si se compara el pago de impuestos entre un profesional y un empresario o empresa, se descubre que de manera proporcional el primero hace mayores aportes porque hasta este momento, el peso específico ha recaído sobre las capas medias de la población.
En otro tema y por los lados del arnulfismo, ahora neopanameñismo, los resultados son conocidos por todos.
El encuentro del domingo era el puente hacia la democratización interna; se vislumbraba el cese del poder y la influencia de Mireya Moscoso. Había esperanzas de establecer un calendario de acciones que concluiría el 18 de septiembre con la elección de una nueva directiva y la reforma de los estatutos, pero todo se convirtió en una alucinante y caricaturesca imposición de intereses y como dato curioso, el más radical opositor interno de la Doña, Marco Ameglio, resultó beneficiado con la vicepresidencia.
La propuesta de Juan Carlos Varela fue obstaculizada por tramas cruzadas, contubernios tras bambalinas y una olímpica indiferencia por el crecimiento del partido. Varela deberá evaluar lo ocurrido y sacar en conclusión, como ya lo hacen muchos de sus copartidarios, que él es el ganador real de las puertas de la convención para afuera. Desde el mismo lunes, Varela ha comenzado a recibir muestras de apoyo porque ha quedado claro para la mayoría que no buscaba apropiarse de poder sino promover la apertura y democratización del colectivo.