El momento es propicio para meditar y reflexionar sobre los acontecimientos presentes y futuros de la nación panameña.
Sin duda alguna nuestro país, quienes libra una gran batalla para que se haga justicia a cada uno de los panameños, no descansa hasta lograr que cada uno, logre su propia independencia económica y reine la justicia social y dándole a cada hombre lo suyo.
La Patria le exige a gobernantes y gobernados, sin distingos odiosos, enfrentarse con coraje y tesón a la agobiante problemática socioeconómica y política que golpea cruelmente a la Nación y al hidalgo pueblo de la excelsa panameñidad, como lo son el galopante desempleo, la elevada y angustiosa carestía de la vida, los salarios irrisorios, la corrupción, las condiciones injustas e inadecuadas de la seguridad social, la asistencia médica onerosa, la deficiente atención estatal a las colectividades obreras, campesinas e indígenas, el incumplimiento de nuestra Constitución Nacional, Código de Trabajo, Código Judicial y Penal y demás leyes, la falta de interés social, responsabilidad, honestidad, moralidad y consagración, dinamismo e idoneidad de parte de nuestros funcionarios públicos.
Todo ello aunado a la violencia y a la criminalidad local e internacional, obliga a todos los panameños de buena voluntad a consolidar con hechos elocuentes la unión nacional, en procura de fortalecer nuestra soberanía y nacionalidad, de lograr nuestra independencia económica y emancipación social, a fin de proporcionar a nuestro noble pueblo felicidad y bienestar, como digno exponente de su augusto destino.
¡Qué el Dios de todas las naciones bendiga y proteja a Panamá, Puente del Mundo y Corazón del Universo!