Sábado 12 de dic. de 1998

 









 

 


MENSAJE
"¡El diablo está en mi cabeza!"

Hermano Pablo,
Costa Mesa, California

F
ue una destrucción vandálica, tal como suele verse en los programas violentos de televisión. La estación de policía fue casi destrozada, y la de radio, única comunicación del pueblo con el exterior, inutilizada. El pequeño aeropuerto fue destruido, la única clínica del poblado, puesta fuera de servicio, y la escuelita, hecha polvo.

Toda esta destrucción la efectuó en menos de una hora Jack Naviaxie, joven esquimal del poblado de Umiujaq, Bahía de Hudson, Canadá. Mientras realizaba todos esos destrozos, que costaron más de un millón de dólares, el joven gritaba en el dialecto esquimal: "¡El diablo está en mi cabeza! ×El diablo está en mi cabeza!".

La furia descontrolada, y su secuela, la destrucción sin sentido, están llegando a las regiones más frías de la tierra. Umiujaq es una aldea de pescadores esquimales en la Bahía de Hudson en el norte de Canadá.

Jack Naviaxie era un joven 22 años que siempre había sido calmado. Su único contacto con el resto del mundo era a través de la televisión. Y su héroe favorito era Sylvester Stallone, el famoso "Rambo" de tantas películas de violencia. Podrá haberle venido de allí ese rapto de locura destructiva?

Ya sea por la televisión, o por lo que sea, en todo el mundo se respira un clima de violencia y de furia. No es extraño que algo se le haya metido en la cabeza la joven esquimal para hacer lo que hizo.

El tema de si la televisión es la que engendra actos de violencia, o si es la violencia la que inspira esos dramas de televisión, seguirá discutiéndose sin fin. Los productores de programas dicen que la televisión recoge la violencia de las calles. Y la violencia -dicen otros- la provocan esos dramas que se pasan por televisión. Lo cierto es que, sea uno u otro, nuestros jóvenes se han convertido en victimarios y víctimas de la sangre que se vierte sin conciencia.

Sólo Jesucristo neutraliza la violencia. Lo hace neutralizando la inquietud, el odio y la furia que bulle en el corazón de los hombres. Sólo Cristo calma las tormentas del alma. Sólo El da paz serena y perfecta. No puedo haber odio donde Cristo es Señor, porque no se puede servir a dos señores. Vivamos libre de confusión. Coronemos a Cristo como Rey de nuestra vida.

 

 

 

 

 

CULTURA
La fiesta del cine Latinoamericano en la Habana llega a su fín.

 

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